.-*Ni cambiando el gobierno ni con otra
constituyente
Cada vez, significativamente,
se habla más de la necesidad de “convocar una constituyente”. Aunque principalmente
en la oposición; también dentro del chavismo; que siempre ha rechazado la idea;
la rechaza; y siempre bloqueó terminantemente iniciativas que en esa dirección
en varias ocasiones y áreas se han impulsado desde sus mismas bases. Aparte las
motivaciones e intereses concretos de esos sectores; de sus expectativas y en
relación a su viabilidad concreta en el contexto actual de control chavista,
mediante el CNE, de cualquier proceso de votación; que el tema esté en la
agenda política, hasta en la de las altas cúpulas y figuras de la oposición, es
demostrativo de que existe la consciencia de que la crisis nacional es compleja y
profunda; de que no se solucionará con un simple cambio de gobierno o régimen.
De que no va a ser, o sería, suficiente con la eventual salida del chavismo del
poder.
La crisis nacional,
estructural, profunda, ciertamente no se resuelve con un simple cambio de
gobierno; con la eventual sustitución de este mal gobierno, por otro, según,
“bueno”; como el que han ofrecido la MUD y Capriles sería el que harían. Pero
tampoco, con una Constituyente como las más de treinta que hemos tenido,
incluidas las dos últimas de 1961 y 1999. Pues cabe preguntarse, sobre qué
sería lo que se quitaría de la constitución actual; y sobre qué, lo que se pondría en la nueva o
reformada; resultado de dicha Constituyente que promueven sectores de la
oposición; que por sí mismo, por ya no estar, y, por ahora sí estar en el nuevo
texto; sería clave para que el país avanzara hacia salir de la crisis en que
estamos y se profundiza inercialmente, hace ya tres largas décadas. Ni “la
institucionalidad” consagrada en la constitución del 61; ni la de la del 99;
como ninguna de las anteriores; sirvieron para impedir las variantes de
autoritarismo y las perversiones del ejercicio del poder; el desconocimiento y
la manipulación de sus contenidos; que durante sus cincuenta años de vigencia
se acumularon; sin nada que las impidiera.
.-* Para ir hacia la soberanía ciudadana
frente al Poder
Pues la verdadera cuestión de
fondo, estructural, de la crisis nacional; histórica; la de la soberanía
ciudadana concreta, real, frente al poder; que dicha “soberanía” es inexistente; y es solo constitucionalmente declarativa;
nunca se planteó en su verdadera dimensión en ninguna de las constituyentes que
en doscientos años hemos tenido y que produjeron sus respectivas
constituciones. La idea de que “La soberanía reside en el Pueblo quien…”; que
ha estado en todos nuestros textos constitucionales; no ha pasado de ser
una retórica cómica; ni ahora, menos, con la novísima de que la democracia
venezolana es “participativa y protagónica”. Aunque, en honor a la verdad; ni
aquí en Venezuela ni en ninguna parte del mundo; la cuestión del poder
ciudadano concreto; del contrapoder ciudadano fáctico, real; la capacidad
ciudadana de frenar el autoritarismo, de confrontar el poder; ha sido cuestión
de su simple ser “consagrada” en la “carta magna”. Ninguno de los cientos de
derechos ciudadanos consagrados en la constitución, valen nada; al no existir
la garantía concreta, fáctica, de que su ejercicio pleno, su preservación, esté,
a todo evento, garantizado a cualquier ciudadano frente al poder. Y esa es
exactamente nuestra realidad. A pesar de los
muchos derechos que están consagrados constitucionalmente; el ciudadano,
la ciudadanía, no existe fácticamente. La gente aquí es el objeto de la política,
de la acción gubernamental; de su manipulación; no su sujeto. El venezolano no
tiene, nunca ha tenido, ni el menor peso en la
definición de las políticas del estado; no es sujeto de ellas; salvo
votar; y ni siquiera; no es más que una
cifra frente al Poder.
A lo que vamos; cuando
hablamos, no de ”una constituyente”, como se refieren quienes la proponen hoy;
sino de un “Proceso Ciudadano Constituyente”; aparte de que al final se llegue a una nueva constituyente y
hasta a una nueva constitución; es a la necesidad de que haya una movilización
y un debate ciudadano nacionales abiertos, despolarizados; orientados a crear
las condiciones concretas para en perspectiva imponer la ciudadanización de la
política; la conformación de un
contrapoder ciudadano que realmente frene el autoritarismo que en
cualquiera de sus variantes, ha causado la crisis que hemos vivido y se ha
profundizado durante los últimos cuarenta y tantos años.
.-* Por el debate y el consenso ciudadanos,
hacia una sola subjetividad nacional
Junto a la referida
inexistencia histórica, de capacidad
ciudadana alguna para confrontar y frenar el Poder; está lo coyuntural de los
acumulados de deterioro y perversión sociopolítica de los últimos cuarenta
años. La existencia concreta, no de dos países, ni de dos sociedades; pero
sí de dos subjetividades, hoy, excluyentes
y negadoras ambas una de la otra; con vivencias opuestas, hegemonizantes, de
sus vinculaciones privilegiadamente incluyentes, de cada una con el Poder; hace
insoslayable ir hacia un verdadero y denso consenso social, ciudadano; de base;
complejo y difícil, sí; pero que es la única vía hacia la promoción y el desarrollo
de correlaciones socioeconómicas y dinámicas sociopolíticas armónicas,
convivenciales; conformadas y soportadas en la inclusión; en la distribución
equitativa, ciudadanamente consensual, de toda la renta, todos los recursos y las oportunidades nacionales. Y
en la soberanía ciudadana sobre lo público. En el marco de una beligerancia
ciudadana inteligente ante el Poder; en la existencia de un contrapoder que imponga las condiciones
a su ejercicio. No se trata, entonces de la “gobernabilidad”; de cómo mantener
en paz, controlado, el cuadro tensional y de conflictividad general acumulados
en que hoy vivimos. No se trata de “pacificar”, de aplacar la beligerancia de
un sector desde la hegemonía del otro. Se trata de ir hacia la fluidez
sociopolítica de una sola subjetividad; plural, diversa, múltiple; específica y
global; pero una; humana.
.-* Un proceso constituyente originario: primero
el debate ciudadano y luego la constitución
Hablamos de un “Proceso
Ciudadano Constituyente”; cercano a la idea de una “constituyente originaria”;
negando expresamente la de la “constituyente derivada”, como han sido todas las
que tuvimos. Lo sustancial es que se promueve de forma que no será convocada desde el Poder; por ningún
factor de poder de cualquier naturaleza o signo. Según, la figura de la
“constituyente originaria”, es de origen napoleónico; en términos del discurso,
de ”la revolución primero y luego la
constitución”; porque la constituyente de la que resulte la constitución
no deriva del poder existente; sino que es “originaria”; resultado de la
revolución que es su negación. Pero en nuestro planteamiento, no está la idea
de que hay que hacer la revolución para que haya una nueva constituyente y una
nueva constitución. Partimos es de que, antes de “una constituyente”,
quién en tal caso debe estar
“convocado”, es la gente, los
ciudadanos; todos los venezolanos, todos. No solamente algunos, según, los “los
competentes”. El que está planteado en Venezuela, constituyente; primariamente
y de fondo, no es un debate académico; técnico-político. Es político. Sobre el
Poder; sobre el Poder y la gente. Por ello, lo que toca, es que todos los
venezolanos, se convoquen para SU debate, sobre el Poder; sobre cómo
bicentenariamente sin escampe se ha ejercido autoritariamente; y causando la
profunda crisis en que estamos. Para un debate libre, abierto, sobre quiénes y
cómo lo han ejercido; lo ejercen y pretenden ejercerlo. Por lo que obviamente,
no son quienes han estado ni los que están en él; quienes van a convocar y
promover una constituyente para debatir y eventualmente condicionar,
precisamente, quienes, porqué y como lo han de ejercer. Y, en tal caso, deben
seguirlo ejerciéndo.
El sentido de “originario” que
está implícito en la idea del “Proceso Ciudadano Constituyente”; se refiere a
que, primero haya el debate, ciudadano, nacional, constituyente; para a partir
de él, y luego, ir a la constituyente; y, eventualmente a una nueva
constitución. En una secuencia en la que lo esencial, primero y prelativo, sea
la movilización y el debate ciudadanos; sobre los grandes problemas nacionales.
Luego, el establecimiento de las bases para una dinámica de consensuación
ciudadana. Para finalmente, mediante una constituyente bajo los dictados
ciudadanos, y los aportes del caso académicos y técnico-jurídicos ir a la
formulación de una nueva constitución; nueva o, como todas las anteriores, la
existente modificada.
.-*Ni chavismo ni oposición quieren ni
aceptan el debate real
La cúpulas de ambos ismos,
chavista y de oposición, en general y declarativamente rechazan la idea de una
constituyente. No porque no les atraiga la idea de reformar a discreción la
constitución, ”mejorandola” en función de hacerle “institucional”, “constitucionalmente”,
menos exigente, mas cómodo, su ejercicio autoritario del Poder. Para evitarse
seguirla manejando “plastilinamente”; como en general ha sucedido; y ahorrarse
las ristras justificatorias de medios-citas y cuartos-citas de artículos del “Texto”.
Algunos “constitucionalistas”, lo que argumentan abiertamente, es que “no hay
las condiciones para convocarla”. Se refieren, de ambos lados, a la posibilidad
de que el hacerla; incluso como otra constituyente derivada mas; produzca un
tal debate, real, de la gente; como realmente sería, que se le saliera de las
manos. A oposicionistas y a chavistas. Que se diera, entonces sí, realmente
fuera de control; no las payasadas chavistas de los “parlamentarismos de calle”;
sino una verdadera “constituyente de calle”, cuyo desconocimiento les sería, a
todos, políticamente muy costoso.
De tal forma que, no es que
las cúpula las burocracias y los polítólogos de ambos ismos, no quieran otra
constituyente. Aunque obviamente, si rechazan absolutamente, la descalifican; la idea del “Proceso ciudadano constituyente” que
se propone. Lo que no quieren, lo que rechazan por encima de todo, es un
verdadero debate abierto; un debate nacional, ciudadano; sobre el Poder; sobre su
relación con la crisis nacional. Y no es que el chavismo si quiere; y la
oposición no. Estando en el Poder, o en perspectiva de estarlo, nadie quiere que
se discuta sobre su ejercicio. La constituyente del 99, que, según, era para “la
reinstitucionalización del país”; y que, hasta tenía que ser “originaria” ;
Chávez, ya en el Poder; en su asociación de entonces con las cúpulas
puntofijistas; degaullistamente, atropelló, comprimió, su convocatoria y trabajo, en solo nueve meses; cuando tenía que
ser, en un lapso hasta ilimitado; en tal caso a criterio de los constituyentes.
Obviamente, para que no hubiera ni se desarrollara el verdadero debate nacional
que tocaba. Y que sigue tocando.
.-* Ningún factor de poder convoca; será la
automovilización ciudadana
Lo que para nosotros de
partida es claro; es que nuestra coincidencia con quienes hoy proponen
“convocar una constituyente”; de oposición o gobierno; se concreta, solo, a que
de la crisis en que estamos no salimos con un simple cambio de gobierno; y
tampoco con el actual. Hasta ahí nuestra coincidencia. Partimos de que hay que
ir a la cuestión de fondo de la estructura del Poder: de las relaciones de la
gente con él. Asumimos, que de la crisis nacional, salimos o apuntamos a una
salida; solo a partir del impulso de una dinámica nacional, ciudadana, hacia la
conformación de una correlación sociopolítica, ciudadana, de contrapoder;
frente al Poder. Tal dinámica nacional, para la que hoy sí hay condiciones
subjetivas y objetivas, se dará, por la movilización autoorganizada y el debate
nacionales, mediante lo que llamamos un “Proceso Ciudadano Constituyente”; que
para nada es convocado por cúpulas ni candidatos ni presidentes; ni por
pretendidas élites ni vanguardias. Sino que resultará de la autoconvocatoria,
de la automovilización de la misma ciudadanía; de los sectores y asociaciones
sociopolíticas en los que se da la dinámica normal de la gente .
Caracas 06.08.13
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