5 jun 2013

SOBRE EL PROCESO CONSTITUYENTE NECESARIO



-.I.-
.-* A favor y en contra de una constituyente
En la Cátedra Pio Tamayo, (CPT), desde hace varias semanas de abril y mayo se han hecho  conversatorios sobre la crisis nacional y la posible respuesta a ella. En ellos varios concurrentes planteamos  la necesidad y posibilidad de “una constituyente”.
En la sesión del lunes 06.05.13 los cuatro ponentes, además, varios participantes, con sus exposiciones conformaron un cuadro de  amplio de opciones o posiciones ante el tema; que bien puede verse como la expresión de las diferentes posiciones que ante el tema hay nacionalmente. Aunque las propuestas referidas, comprensiblemente por el formato de la Cátedra, se concretaron solo a su formulación o enunciación, sin mucha o casi sustentación.
Hubo dos posturas que terminantemente niegan la idea de una constituyente; al menos en este momento. Una, del profesor constitucionalista Enrique Sánchez Falcón, clásica, académica, que sostiene que no hay condiciones ni pertinencia para tal idea; entre otras cosas porque es suficiente aplicar correctamente la Constitución del 99, (CRBV); no estando planteado un cambio en la base de legitimación del régimen representativo vigente;  y porque, según,  en perspectiva, se  correría el  riesgo de que el chavismo la controlara. Otra, del veterano luchador de izquierda Pablo Hernández Parra; porque “una constituyente resulta de una revolución”; que no es el caso; pues planteárselo cabría a partir de una insurrección, obrera, proletaria, para la que hoy no hay condiciones en Venezuela.
La posición del licenciado Luís Aguana, otro de los ponentes, profesional de la informática;  a favor de la idea; pero que, según, se  implementaría mediante una recolección de firmas, procesadas por otro CNE; y sin esperar a que la oposición tome la iniciativa.
Y, las favorables a su convocatoria; pero, no condicionada institucionalmente; en tres formulaciones coincidentes en que se trataría de una constituyente originaria, a partir del  ejercicio práctico de la soberanía ciudadana; convocada desde y por la gente misma. Estas tres posiciones de los profesores Agustín Blanco Muñoz y José María Saad, éste  el cuarto ponentes, y también constitucionalista, del licenciado Brito Altamira y el suscrito, como asistentes ; coincidentes en la idea general, y en el carácter originario que ha de tener; pero no concuerdan en la forma concreta en que se impulsaría; aunque sin contradecirse de fondo. Las ideas, de “organizarse para una constituyente”,  de “los consejos constituyentes”, de “la rebelión de las plazas” y del “proceso popular o ciudadano constituyente”, si en su formulación concreta no concuerdan, en el fondo sí, al apuntar que se trata de una movilización y un debate nacionales, de la gente, de los ciudadanos; no de los partidos ni las cúpulas ni de las pretendidas élites. Y de que su “convocatoria” e impulso, independientemente de lo que establece o prevé  la CRBV, no sería por parte de ningún ente institucional existente.
También, varios otros  asistentes formularon  ideas, como las de “coger la calle”, de que la salida a la crisis vendrá “de los militares” y/o de “la presión internacional”; sin vincularlas propiamente al tema. Y que, junto a las posiciones que rechazan la idea considerada, responden en el fondo al escepticismo existente acerca de que podamos salir de la crisis sin alguna variante de autoritarismo  o poder fáctico que desplace y sustituya al chavista. 
-.II.-
.-* Bases para  “una constituyente”, ahora
Nuestra idea de una constituyente, propiamente de un proceso constituyente, deriva de que, hoy por hoy, en el postchavismo-postpuntofijismo en que estamos, objetivamente, no hay ninguna posibilidad de una salida hacia adelante, no regresiva, a la crisis nacional; con base a cualquier variante de consenso entre las cúpulas de ambos ismos; con  la prolongación o preservación hipotéticamente consensuada, del sistema político-institucional vigente, del régimen de minorías existente.  Sea mantener el autoritarismo actual; sea sustituirlo por el anterior en alguna variante. Ambos son igualmente, regímenes de legitimación, “democrática”, del autoritarismo de una minoría sobre las otras; a partir, cada uno en su momento, de haber logrado un relativo, circunstancial,  aleatorio y poco transparente, mayor apoyo electoral.
Estamos convencidos de que no hay la tal polarización nacional, que se pretende que hay; y que la electoral es circunstancial y básicamente mediática. Que, fuera de lo electoral, dos tercios de los venezolanos, digamos, rechazamos la continuidad del chavismo; pero igual rechazamos regresar a cualquier variante de puntofijismo. Y que en los últimos eventos electorales, dramática e inesperadamente el 14A, pero también, y a pesar de todo, en los anteriores del 7O y del 16D, lo que se evidenció fue que la mayoría de los venezolanos, a pesar de todo, hoy es y votó determinantemente antichavista.               
Sin embargo de que no hay tal polarización; y de que es falso también, que existan  los “dos países” que algunos de lado y lado pretenden; y menos, “territorializados”; si hay dos subjetividades, cuyas visiones y vivencias de sus relaciones con el poder; de sí mismas y de cada una, de la otra;  con expectativas concretas, equivalentes o equiparables; legítimas ambas; hoy por hoy, realmente son excluyentes. Son cualitativa y cuantitativamente incompatibles; imposible de realizarse simultáneamente. Son  expectativas concretas cuya realización, incluso básica; en la forma concreta como se plantean desde cada subjetividad, implica, la  no realización de la otra.
.-* Hacia una consensualidad ciudadana vía un profundo debate nacional
La propuesta de promover un Proceso Ciudadano Constituyente; no de entrada, una “constituyente”; parte  entonces de la convicción de que en esas dos subjetividades que hoy hay en el país; que no se originan en la polarización inducida desde los ismos, en los últimos diez o quince años,  sino en la dinámica sociopolítica de los últimos treinta; hay, en ambas, un claro sentido y actitud de exclusión, de la una a la otra; y  una disposición a la hegemonía de una sobre la otra. Actitudes de cada una de ambas subjetividades hacia la otra, que no serán resueltas ni cambiadas ni desmontadas, con la simple llamada a la convivencia a la paz al diálogo. Ni con  un cambio de gobierno ni de presidente, de minoría en el Poder. Sino con, y, luego, de un proceso amplio, profundo, continuado, de debate de base, hacia la conformación de una dinámica de consensualidad ciudadana; de un debate nacional en el que no haya, ni pueda haber ni sector ni tema alguno excluido. Y, en la perspectiva de que tal debate ciudadano sea la base, no tanto ya, y aparte, de una posible modificación de la CRBV; sino, sobre todo, de la recomposición de las relaciones de la gente entre sí y con el Poder, a todos los niveles y en todos los ámbitos de la vida nacional.
Chavismo y antichavismo hay a lo largo de toda la sociedad nacional; en todos los estratos niveles sectores áreas y regiones. Son transversalidades nacionales  superpuestas, ”entreveradas”; básica y cotidianamente conviventes. Chavistas y no chavistas conviven y comparten cotidianamente en sus ámbitos de vida y trabajo.  Muestra de que los venezolanos en la realidad concreta, no estamos polarizados como se pretende;  a pesar de la manipulación mediática en función de la  polarización electoral; que aunque circunstancial sí es real;  pero que sin embargo ya cada vez mas ralentizada. En relación a los problemas inmediatos, todos, unos y otros, votantes por quién sea y formal electoral o clientelarmente alineados con uno u otro ismo, los padecemos igual. Todos los venezolanos tenemos la misma vivencia de cuáles son y en qué consisten los problemas que nos acosan. Aunque con ideas, sobre su manejo y solución posibles o esperados, sesgadas por las especificidades de cada subjetividad a partir de su manipulación mediática polarizante por ambos istmos.
-.III.-
.-* Bases contra una constituyente ahora
Sin ignorar que cada posición tenga el sustento de alguna visión de la realidad nacional y  alguna interpretación de la crisis concreta que vivimos; tal sustentación no se trasluce en  las exposiciones referidas. Aunque se supone una visión de la crisis nacional actual y de su estructura; parece evidente que el rechazo a la idea de “una constituyente”, se sustenta sin más en las  mismas teorías clásicas, intemporales y sin contextualización concreta, que la Humanidad conoce y debate desde doscientos y trescientos años; y de las que luego de los siglos XIX y XX no conservan más que una validez primaria, relativa, refderencial. La teoría y la concepción de “la democracia”, prácticamente la de Montesquieu y hasta la del Estado de Hobbes. Y la teoría de la revolución proletaria, del marxismo-leninismo, de Marx Engels y Lenin; y de Mao; que, sin más y por lo visto, son consideradas suficientes para entender y responder a nuestras realidades coyunturas y  dinámicas vivas; independientemente de sus infinitas especificidades y concreciones actuales.
Tales propuestas, de unos y otros, parten de que, todavía, la sociedad, la nuestra en este caso, tiene que ser dirigida desde encima de ella; desde una cúpula o una “vanguardia” o una “dirección”, una “elite”, un liderazgo o un autoritarismo; por una “consciencia externa”, que la conduzca cómo, por donde y hacia donde “debe ser”. Igual que hace cualquier tiempo, poco o mucho, cuando las sociedades se conformaban de masas inteligentemente precarias, movidas casi solo por sus instintos y necesidades primarias de sobrevivencia. Y por sus oligarquías; por sus élites y/o sus vanguardias que eran en  las que estaban y se concentraban toda la lucidez y las capacidades históricamente alcanzadas por la humanidad hasta su momento; y que eran a quienes, entonces, correspondía  conducir a esas “masas”, hacia “su bien común” o “su liberación”, de los que ellas ignoraban todo. Según, “El Príncipe”, “El Leviatán”, ”El Espíritu de Las Leyes”; el “Manifiesto Comunista” y “La Rebelión de las Masas”; parecen seguir siendo, aparte de absoluta y eternamente vigentes, universal y localmente, las últimas referencias teóricas válidas suficientes sobre las relaciones de la gente con el Poder. Cuando, parece obvio, pero hay que hacerlo notar,  nuestra realidad actual, es otra; no tiene nada, o casi, que ver ya ni con la de Marx y Engel en el siglo XIX; ni con la de Lenín  la de Mao y  Ortega y Gasset de la primera mitad del XX. Ni obviamente, con las de Montesquieu, Hobbes y Maquiavelo de los siglos XV XVI y XVII  Pues si de alguna rebelión nos toca hablar hoy, aquí y en cualquier parte del Mundo, es sobre la de la consciencia universal sobre la condición humana; la de la inteligencia masificada; de la beligerancia de la gente, anónima,”masiva” contra el Poder; de la ciudadanización masiva de la gente; de la  socialización de la  información, del criterio y de la opinión de la gente sobre lo público. De la rebelión de la omnipresencia de la gente como el sujeto de la política; no como su objeto, como hasta recientemente si fue. Pero que ya hoy y en adelante no lo es ni lo será más.
.-* Doctrinas e ideologías  ajenas a la realidad concreta
Las posiciones académicas, doctrinarias, ideológicas, de oposición que rechazan la idea de una constituyente como vía hacia una salida a la crisis actual; parten de que la CRBV es buena y  de que lo que hay es aplicarla; lo contrario de lo que, según, y ciertamente, el chavismo  hace, que la invoca  para desconocerla  y manipularla. Parten de que el problema nacional actual  es que el chavismo es malo; que ha sido un mal, cuidándose siempre de no mostrar cómo fue, que, sencillamente “le cayó al país”. De que, simplemente siendo “un gobierno malo”; lo que hay es que sacarlo, y poner uno bueno. Desentendiéndose de que, precisamente esa CRBV, pese a ser tan buena, no ha servido para frenarlo y que por el contrario ha sido el soporte y base de legitimación del autoritarismo chavista; aunque en su letra sea su negación  Desentendiéndose igualmente de que el autoritarismo chavista; en sustancia no es más que la continuidad y una variante, del puntofijismo. Y que, según, “vamos bien”; que los resultados de los últimos comicios, en concreto y particularmente de los del 14A, apuntan a que nos acercamos a lograr sacarlo; y a volver a poner al país en el riel en que debe estar; del que Chávez lo habría descarrilado desde 1998. Pues ahora  y según, con la oposición sí siendo una alternativa; y teniendo un líder nacional;  será cosa, entonces, de unas dos o tres elecciones más; y, lo mas tarde en el 2019 saldrá.
Por su parte  la idea de izquierda, igualmente ideológica, de que no hay que hablar de una constituyente porque no hay condiciones para una revolución; junto a que parte de desconocer como las revoluciones, reales, del siglo XX, dirigidas desde el Poder por líderes y vanguardias mesiánicos; siempre repusieron las estructuras de Poder contra las que se hicieron; y que luego de sacrificar varias generaciones; en definitiva  no fueron más que transiciones hacia el mismo o más regresivo capitalismo; apuntan en concreto a que los problemas de la Humanidad se resolverán, solo cuando, luego de dos, tres, o diez o veinte generaciones; la vanguardia proletaria estando al fin  en condiciones,  tome  el Poder, y nacional y mundialmente  haga la revolución; que aún no ha habido.
Ambas negaciones parten, o se supone, de alguna visión, sistemática, de nuestra realidad concreta: de la coyuntura y la dinámica socio-político-económica actuales, de la crisis profunda, estructural,  que vivimos. Pero que por lo visto, no tiene mucho que ver con nuestra realidad concreta. Son posiciones  doctrinarias; de hecho, teológoca-mesiánicas; ideológicas.
Cuando lo real es que la crisis nacional total que vivimos, aunque contextualizada histórica y  globalmente, está determinada por muy densas especificidades; resulta de  una morfogénesis, de una de una dinámica estructurante, determinadas mas por sus particularidades que por sus generalidades; con muy poco o casi nada que ver, con modelos teóricos teológico-finalistas. Y que es dentro de esa dinámica que se van  generando los desarrollos y proyecciones históricamente posibles, que no calzan en ningún modelo teoría ni doctrina; ni tienen que  ver con las pretensiones mesiánicas de ningún ismo .
-.IV.-
.-* Por un consenso ciudadano activo; no entre cúpulas.
Quizás sea menos imposible de lo que parece algún consenso entre chavismo y puntofijismo. De hecho hasta las elecciones regionales del 16D, dentro de la estrategia de la “victoria perfecta” de Chávez; entonces  asumida y legitimada por ella  misma, reconociendo “su triunfo” y los de sus gobernadores; la oposición de hecho había aceptado la mejicanización; y haciéndolo, legitimando la hegemonía chavista, aceptaba convertirse en la “oposición perfecta” que él buscaba tener. Solamente que luego del desastre del 14A, las cosas han sido diferentes; determinantemente por la implosión del chavismo. Por lo que, si inmediatamente un consenso global, parece cuesta arriba; en perspectiva no es imposible. La profunda inercial  inmanejabilidad de la crisis nacional, viene imponiéndole al chavismo líneas consensuales específicas con diferentes sectores nacionales. Pero, fuera el que fuera, en el supuesto de que lo hubiera; un consenso  general, político, en relación al Poder, entre ambos ismos, sería perverso; de entrada, por que sería entre cúpulas; no serviría para salir de la crisis, sino en tal caso para co-administrarla circunstancialmente. Ni chavismo ni puntofijismo; ni ningún hipotético consenso entre ellos, seria solución ni salida de nada. Básicamente porque siendo precisamente ellos el problema; siendo los causantes y operadores históricos  de la crisis; no son su solución. Un consenso entre ellos sería para establecer alguna forma de alternabilidad de autoritarismos, co-legitimada electoralmente; alguna variante de bipartidismo, que es lo que se plantean sectores de parte y parte. Sería simplemente darse un tiempo. Pues, luego de seis largas décadas de puntofijismo-chavismo; de las secuencias de inclusión-exclusión-inclusión-exclusión que causaron; y de la de desmantelamiento-destrucción del Estado que ejecutaron  los últimos cincuenta años de su ejercicio del Poder; es claro que no hay salida a la profunda crisis nacional sino mediante un debate político hacia un consenso ciudadano activo en función de una nueva correlación socio política de poder;  mediante una dinámica consensual ciudadana profunda, de base, soberana; ajena a todo factor o estructura vinculada al Poder actual. 
.-* Promover, no “organizar”, el proceso constituyente
Una de las propuestas de convocar una constituyente establece como punto previo a resolver, la cuestión organizativa del “cómo” hacerlo. Aunque sin coincidir con las que la niegan; de hecho parte de que “hay que organizarla” y por ende, de que “alguien ha de hacerlo”. Cuando si algo es claro, es que hoy por hoy, nadie organiza a nadie, ni nadie dirige a nadie; que la gente se organiza, que la gente se dirige. Y en tal caso, que las tareas e iniciativas que pueden asumirse individual o grupalmente son las de promoción e impulso de la propuesta, por las redes ciudadana
.-* Un debate ciudadano, constituyente, sobre el Poder.                  
No se  propone de entrada, “una constituyente”. Sino un debate nacional, amplio, total, ciudadano; a partir y luego del cual vayamos a una revisión y redefinición de fondo, estructural, de las relaciones de Poder, concretas, reales; que independientemente de lo que establece la CRBV, en esencia hay en la sociedad venezolana desde hace ciento cincuenta o doscientos años. Y que en concreto son las mismas autoritarias implantadas por Gómez desde los inicios del siglo XX, ajustadas y modernizadas en las  constituciones del 46 el 61 y el 99; que, en esencia, se reducen a estructurar una sociedad atenida a un poder central, presidencial incontestable, legitimado en elecciones manipuladas por él; una sociedad en que el ciudadano no es, no ha sido más que una entelequia; no existe.
Se propone un debate nacional abierto, ciudadanizado; despolarizado; secuencialmente parroquial y regional; y, luego nacional, en perspectiva hacia una constituyente; en el que la gente, debata y determine qué hay que preservar y qué eliminar de la constitución y del régimen constitucional actuales. En el entendido de que no se trata, ni de una cuestión doctrinaria ni ideológica, ni técnica ni técnico-jurídica; que suponga que lo dirijan teóricos especialistas o académicos. Sino que se trata de una cuestión política; sobre el Poder; viva, concreta, sobre la relación de la gente con él. Lo académico lo técnico y lo jurídico; en tal caso tendrán su momento, y, condicionado; cuando se requiera dar forma concreta a las ideas que se consensuen. 
La gente; la mayoría de los venezolanos tiene ideas sobre los problemas de fondo, estructurales del país; y que los afectan cotidiana y vivencialmente. Ideas válidas, tan buenas como las de cualquier técnico o supuesto experto o especialista. Sobre la cuestión del Poder, su concentración y la perversión de la eternización mesiánica en él; sobre la independencia de los poderes públicos y su perversión partidizada; sobre sus derechos inmediatos vivenciales, personales familiares y comunales y sus derechos sobre lo público sobre lo nacional. La gente sabe lo que es, y por qué, una gestión pública mala, ineficaz y corrupta; sabe en qué consiste la condición ciudadana que ni en verdad se le reconoce ni en verdad está en posibilidades de ejercer dignamente. Atisba la trampa  a que se concreta  la supuesta soberanía ciudadana, “popular” consagrada en  la Constitución; y su manipulación e inversión  desde el Poder, por la que termina a merced y atenida, impotente a sus estructuras que son su negación absoluta.
No hablamos de programar ni planificar el debate; de establecer, imponer, la agenda. Hablamos de promover que cada quién donde y de donde sea, programe y agende lo que considere que debe debatirse. Promovemos, nosotros, que sea sobre lo estructural y lo estructurante de nuestra sociedad nacional en crisis; local y regional, contextualizada continentalmente  y globalizada mundialmente. Sobre el Poder y las relaciones de la gente con él; sobre la soberanía y la beligerancia ciudadana sobre la gestión pública; sobre lo público lo privado-particular y lo privado-oficial; sobre el espacio el territorio y la gente. Pero sin pretender que esa sea la agenda. Sin pretender imponerla Respetando y asumiendo que la gente haga sus agendas a partir de todas las iniciativas y promociones posibles; de sus vivencias intereses y visiones. En el desarrollo del debate previsiblemente y sobre la marcha se irá definiendo la que se iría conformando como la agenda nacional consensuada, hacia cuyo procesamiento se irían orientando las actividades locales regionales y nacionales.
Inicialmente, inevitable y bueno que sea así; dándose el involucramiento espontáneo  de la gente, seguramente predominará el desconcierto, la incertidumbre, un cierto caos. Será un buen inicio; en el que lo importante será el debate en sí, más que su contenido concreto. Lo inicialmente importante será que la gente se active independientemente de los motivos y temas por los que lo haga; se active la condición y la soberanía ciudadana. Luego, será que, según la propia dinámica de proceso constituyente, se irán formando ondas y tendencias de opinión y criterio, desde la base, desde lo local y regional; hacia las temáticas más estructurantes de la vida nacional.
-.V.-
.-*La beligerancia ciudadana, condiciona la autoconvocatoria constituyente
La idea de que una constituyente, originaria, es posible  solo como derivación y secuencia de una revolución; tiene el sentido de que no está convocada desde el Poder, sino por la gente. Lo que es válido y coherente y es, precisamente, la base de nuestra propuesta de un Proceso Popular, Ciudadano, Constituyente; que ni sea convocado por las cúpulas ni los factores de Poder existentes; ni sea pautado por ellos. Es la gente quién ha de convocarla y quién la pautará e impulsará. Por eso hablamos de una constituyente originaria; no derivada. De un proceso constituyente que no tiene nada que ver con  la constituyente del 99, en definitiva igual que las treinta y tantas anteriores; entonces, convocada y manipulada por la alianza de Chávez con sectores de centro y centroderecha del puntofijismo.
Que la coyuntura de hoy, de movilización y beligerancia ciudadanas, antiautoritarias; circunstancialmente antichavistas, pero que va mas allá; generalizadas, nacionales, crecientes en toda forma circunstancia y motivo; en el marco de la crisis general actual, total, política moral económica social; no responda al clásico, teórico, “ascenso de masas”, sobre el que históricamente se dieron las revoluciones del siglo XX; no niega que ineluctablemente la coyuntura nacional apunta, como necesidad y posibilidad, hacia una verdadera inflexión, radical, en las relaciones de Poder en Venezuela. Hacia un momento de cambio profundo; revolucionario si se quiere; hacia un  momento constituyente. Que es la perspectiva  ante la que estamos.
Que muerto Chávez no haya ya un liderazgo equiparable en ninguno de los ismos; ni haya vanguardias ni élites reconocidas ni capaces de imponerse, de hegemonizar la vida nacional; precisamente, es lo nuevo y bueno.  Que ni los haya ni sea posible que los haya, es una resultante histórica. Hay la crisis; hay una alta conciencia política de ella en la subjetividad nacional; en las subjetividades nacionales. Hay la conciencia de que de la crisis solo se saldrá cambiando radicalmente; y de que es posible porque hay todas las condiciones y potencialidades. Y, hay la convicción  de que tal cambio no es posible con los viejos liderazgos y cúpulas; con el viejo modelo “político”; con la agotada partidización los autoritarismos y mesianismos de todo signo que hemos tenido. Pues; está conformado el cuadro para un impulso constituyente, de base, ciudadano;  que no resulte solo en un papel una declaración y una ceremonia; ni en un momento mediático. Sino en dinámicas y estructuraciones sociopolíticas reales, concretas, de base, que apunten a la  conformación de las articulaciones de un contrapoder ciudadano, que confronte eficientemente y bloquee  cualquier regresión de cualquier signo.
A la gente, a los venezolanos, toca hoy convocar una constituyente originaria. Sin “Toma del Palacio de Invierno” ni “Larga Marcha” ni “Sierra Maestra” ni “Campañas Admirables” “Carabobos” ni “Ayacuchos” ni “comandos ni batallones ni frentes” ni “rodillas en tierra”. No a los héroes ni a los próceres; ni a los comandantes ni a los jefes. Sino a la gente de a pié, civil; de las comunidades y parroquias, de la fabricas y los mercados, de las empresas las universidades y de los liceos y las iglesias. A las amas de casa técnicos y profesionales, pescadores y transportistas; motorizados estudiantes, buhoneros trabajadores de la cultura industriales del comercio; soldados y maestros. La gente en un proceso de auto convocatoria y auto-organización constituyentes; con sus propias agendas. Constituyentes que se vayan convocando e instalando transversalmente, en constituyentes territoriales según los ámbitos reales; parroquiales municipales y regionales; y nacionalmente. Y verticalmente, por sectores y áreas de actividad; en constituyentes sectoriales; profesionales, de la cultura, sindicales de comerciantes y empresarios; educadores universitarios de la ciencia; de las minorías; de las iglesias. Nada  nuevo. La idea de la constituyente originaria; del proceso popular constituyente, se manejó ampliamente durante los años ochenta y noventa, hasta que Chávez y sus socios de entonces, de centro derecha y oportunistas puntofijistas de todo signo; ya en el Poder; manipularon y atropellaron encallejonando la subjetividad nacional en la constituyente cupular y partidizada, dirigida, “derivada”,  del 99. Volviéndose sin embargo de nuevo a plantear en varios momentos y circunstancias desde entonces al promoverse  desde las bases, constituyentes sectoriales; igualmente saboteadas desde el Poder por Chávez. Se plantearon constituyentes sectoriales culturales, sindicales; y hasta se avanzó, en el 2003 y 2004, en la convocatoria y hasta la casi instalación de una constituyente petrolera; intensamente confrontada y finalmente bloqueada por el gobierno
A nadie, ni al Poder ni a ningún emergente, partido grupo líder, ONG,  toca convocar al país, a todos los venezolanos a una constituyente, a un proceso ciudadano constituyente. Nadie tiene ni esa capacidad ni ese rol; ni esa legitimidad. Tampoco de recoger firmas  para que alguien, AN , TSJ, CNE,  la convoque; que por lo demás, y es bueno que sea así, no lo hará. Anunciemos y procedamos a la autoconvocatoria y conformación de la constituyente del sector o ámbito territorial al que pertenecemos. Con la agenda que hagamos, que cada quién haga; sobre lo que maneja y su percepción de los problemas sus causas y posibles respuestas; y, metiéndonos en las redes sociales. En la medida de que las agendas que se promuevan respondan a las vivencias y conciencia de la gente de cada sector;  y de que la iniciativa y los impulsos sean transparentes; seguramente que irá habiendo respuesta; y la iniciativa constituyente sectorial o local, etcétera, se reproducirá.       
Caracas junio 2013

No hay comentarios:

Publicar un comentario