-.I.-
.-* A favor y en contra de una
constituyente
En la Cátedra Pio Tamayo, (CPT),
desde hace varias semanas de abril y mayo se han hecho conversatorios sobre la crisis nacional y la
posible respuesta a ella. En ellos varios concurrentes planteamos la necesidad y posibilidad de “una
constituyente”.
En la sesión del lunes 06.05.13
los cuatro ponentes, además, varios participantes, con sus exposiciones
conformaron un cuadro de amplio de opciones
o posiciones ante el tema; que bien puede verse como la expresión de las
diferentes posiciones que ante el tema hay nacionalmente. Aunque las propuestas
referidas, comprensiblemente por el formato de la Cátedra, se concretaron solo a
su formulación o enunciación, sin mucha o casi sustentación.
Hubo dos posturas que
terminantemente niegan la idea de una constituyente; al menos en este momento. Una,
del profesor constitucionalista Enrique Sánchez Falcón, clásica, académica, que
sostiene que no hay condiciones ni pertinencia para tal idea; entre otras cosas
porque es suficiente aplicar correctamente la Constitución del 99, (CRBV); no
estando planteado un cambio en la base de legitimación del régimen
representativo vigente; y porque, según,
en perspectiva, se correría el riesgo de que el chavismo la controlara. Otra,
del veterano luchador de izquierda Pablo Hernández Parra; porque “una
constituyente resulta de una revolución”; que no es el caso; pues planteárselo
cabría a partir de una insurrección, obrera, proletaria, para la que hoy no hay
condiciones en Venezuela.
La posición del licenciado Luís
Aguana, otro de los ponentes, profesional de la informática; a favor de la idea; pero que, según, se implementaría mediante una recolección de
firmas, procesadas por otro CNE; y sin esperar a que la oposición tome la
iniciativa.
Y, las favorables a su
convocatoria; pero, no condicionada institucionalmente; en tres formulaciones
coincidentes en que se trataría de una constituyente originaria, a partir del ejercicio práctico de la soberanía ciudadana;
convocada desde y por la gente misma. Estas tres posiciones de los profesores Agustín
Blanco Muñoz y José María Saad, éste el
cuarto ponentes, y también constitucionalista, del licenciado Brito Altamira y
el suscrito, como asistentes ; coincidentes en la idea general, y en el
carácter originario que ha de tener; pero no concuerdan en la forma concreta en
que se impulsaría; aunque sin contradecirse de fondo. Las ideas, de
“organizarse para una constituyente”, de
“los consejos constituyentes”, de “la rebelión de las plazas” y del “proceso
popular o ciudadano constituyente”, si en su formulación concreta no concuerdan,
en el fondo sí, al apuntar que se trata de una movilización y un debate
nacionales, de la gente, de los ciudadanos; no de los partidos ni las cúpulas
ni de las pretendidas élites. Y de que su “convocatoria” e impulso,
independientemente de lo que establece o prevé
la CRBV, no sería por parte de ningún ente institucional existente.
También, varios otros asistentes formularon ideas, como las de “coger la calle”, de que la
salida a la crisis vendrá “de los militares” y/o de “la presión internacional”;
sin vincularlas propiamente al tema. Y que, junto a las posiciones que rechazan
la idea considerada, responden en el fondo al escepticismo existente acerca de
que podamos salir de la crisis sin alguna variante de autoritarismo o poder fáctico que desplace y sustituya al
chavista.
-.II.-
.-* Bases para “una constituyente”, ahora
Nuestra idea de una
constituyente, propiamente de un proceso constituyente, deriva de que, hoy por
hoy, en el postchavismo-postpuntofijismo en que estamos, objetivamente, no hay
ninguna posibilidad de una salida hacia adelante, no regresiva, a la crisis
nacional; con base a cualquier variante de consenso entre las cúpulas de ambos
ismos; con la prolongación o
preservación hipotéticamente consensuada, del sistema político-institucional
vigente, del régimen de minorías existente.
Sea mantener el autoritarismo actual; sea sustituirlo por el anterior en
alguna variante. Ambos son igualmente, regímenes de legitimación,
“democrática”, del autoritarismo de una minoría sobre las otras; a partir, cada
uno en su momento, de haber logrado un relativo, circunstancial, aleatorio y poco transparente, mayor apoyo
electoral.
Estamos convencidos de que no
hay la tal polarización nacional, que se pretende que hay; y que la electoral
es circunstancial y básicamente mediática. Que, fuera de lo electoral, dos tercios
de los venezolanos, digamos, rechazamos la continuidad del chavismo; pero igual
rechazamos regresar a cualquier variante de puntofijismo. Y que en los últimos
eventos electorales, dramática e inesperadamente el 14A, pero también, y a
pesar de todo, en los anteriores del 7O y del 16D, lo que se evidenció fue que
la mayoría de los venezolanos, a pesar de todo, hoy es y votó determinantemente
antichavista.
Sin embargo de que no hay tal
polarización; y de que es falso también, que existan los “dos países” que algunos de lado y lado
pretenden; y menos, “territorializados”; si hay dos subjetividades, cuyas
visiones y vivencias de sus relaciones con el poder; de sí mismas y de cada una,
de la otra; con expectativas concretas,
equivalentes o equiparables; legítimas ambas; hoy por hoy, realmente son
excluyentes. Son cualitativa y cuantitativamente incompatibles; imposible de
realizarse simultáneamente. Son
expectativas concretas cuya realización, incluso básica; en la forma
concreta como se plantean desde cada subjetividad, implica, la no realización de la otra.
.-* Hacia una consensualidad ciudadana vía
un profundo debate nacional
La propuesta de promover un Proceso
Ciudadano Constituyente; no de entrada, una “constituyente”; parte entonces de la convicción de que en esas dos
subjetividades que hoy hay en el país; que no se originan en la polarización
inducida desde los ismos, en los últimos diez o quince años, sino en la dinámica sociopolítica de los últimos
treinta; hay, en ambas, un claro sentido y actitud de exclusión, de la una a la
otra; y una disposición a la hegemonía
de una sobre la otra. Actitudes de cada una de ambas subjetividades hacia la
otra, que no serán resueltas ni cambiadas ni desmontadas, con la simple llamada
a la convivencia a la paz al diálogo. Ni con
un cambio de gobierno ni de presidente, de minoría en el Poder. Sino con,
y, luego, de un proceso amplio, profundo, continuado, de debate de base, hacia
la conformación de una dinámica de consensualidad ciudadana; de un debate
nacional en el que no haya, ni pueda haber ni sector ni tema alguno excluido.
Y, en la perspectiva de que tal debate ciudadano sea la base, no tanto ya, y
aparte, de una posible modificación de la CRBV; sino, sobre todo, de la recomposición
de las relaciones de la gente entre sí y con el Poder, a todos los niveles y en
todos los ámbitos de la vida nacional.
Chavismo y antichavismo hay a
lo largo de toda la sociedad nacional; en todos los estratos niveles sectores
áreas y regiones. Son transversalidades nacionales superpuestas, ”entreveradas”; básica y
cotidianamente conviventes. Chavistas y no chavistas conviven y comparten
cotidianamente en sus ámbitos de vida y trabajo. Muestra de que los venezolanos en la realidad
concreta, no estamos polarizados como se pretende; a pesar de la manipulación mediática en
función de la polarización electoral;
que aunque circunstancial sí es real; pero que sin embargo ya cada vez mas
ralentizada. En relación a los problemas inmediatos, todos, unos y otros,
votantes por quién sea y formal electoral o clientelarmente alineados con uno u
otro ismo, los padecemos igual. Todos los venezolanos tenemos la misma vivencia
de cuáles son y en qué consisten los problemas que nos acosan. Aunque con
ideas, sobre su manejo y solución posibles o esperados, sesgadas por las
especificidades de cada subjetividad a partir de su manipulación mediática polarizante
por ambos istmos.
-.III.-
.-* Bases contra una constituyente ahora
Sin ignorar que cada posición
tenga el sustento de alguna visión de la realidad nacional y alguna interpretación de la crisis concreta
que vivimos; tal sustentación no se trasluce en las exposiciones referidas. Aunque se supone
una visión de la crisis nacional actual y de su estructura; parece evidente que
el rechazo a la idea de “una constituyente”, se sustenta sin más en las mismas teorías clásicas, intemporales y sin
contextualización concreta, que la Humanidad conoce y debate desde doscientos y
trescientos años; y de las que luego de los siglos XIX y XX no conservan más
que una validez primaria, relativa, refderencial. La teoría y la concepción de
“la democracia”, prácticamente la de Montesquieu y hasta la del Estado de
Hobbes. Y la teoría de la revolución proletaria, del marxismo-leninismo, de
Marx Engels y Lenin; y de Mao; que, sin más y por lo visto, son consideradas
suficientes para entender y responder a nuestras realidades coyunturas y dinámicas vivas; independientemente de sus infinitas
especificidades y concreciones actuales.
Tales propuestas, de unos y
otros, parten de que, todavía, la sociedad, la nuestra en este caso, tiene que
ser dirigida desde encima de ella; desde una cúpula o una “vanguardia” o una
“dirección”, una “elite”, un liderazgo o un autoritarismo; por una “consciencia
externa”, que la conduzca cómo, por donde y hacia donde “debe ser”. Igual que
hace cualquier tiempo, poco o mucho, cuando las sociedades se conformaban de
masas inteligentemente precarias, movidas casi solo por sus instintos y
necesidades primarias de sobrevivencia. Y por sus oligarquías; por sus élites y/o
sus vanguardias que eran en las que
estaban y se concentraban toda la lucidez y las capacidades históricamente
alcanzadas por la humanidad hasta su momento; y que eran a quienes, entonces,
correspondía conducir a esas “masas”,
hacia “su bien común” o “su liberación”, de los que ellas ignoraban todo. Según,
“El Príncipe”, “El Leviatán”, ”El Espíritu de Las Leyes”; el “Manifiesto
Comunista” y “La Rebelión de las Masas”; parecen seguir siendo, aparte de
absoluta y eternamente vigentes, universal y localmente, las últimas
referencias teóricas válidas suficientes sobre las relaciones de la gente con
el Poder. Cuando, parece obvio, pero hay que hacerlo notar, nuestra realidad actual, es otra; no tiene
nada, o casi, que ver ya ni con la de Marx y Engel en el siglo XIX; ni con la
de Lenín la de Mao y Ortega y Gasset de la primera mitad del XX. Ni
obviamente, con las de Montesquieu, Hobbes y Maquiavelo de los siglos XV XVI y
XVII Pues si de alguna rebelión nos toca
hablar hoy, aquí y en cualquier parte del Mundo, es sobre la de la consciencia
universal sobre la condición humana; la de la inteligencia masificada; de la
beligerancia de la gente, anónima,”masiva” contra el Poder; de la
ciudadanización masiva de la gente; de la
socialización de la información,
del criterio y de la opinión de la gente sobre lo público. De la rebelión de la
omnipresencia de la gente como el sujeto de la política; no como su objeto,
como hasta recientemente si fue. Pero que ya hoy y en adelante no lo es ni lo
será más.
.-* Doctrinas e ideologías ajenas a la realidad concreta
Las posiciones académicas,
doctrinarias, ideológicas, de oposición que rechazan la idea de una
constituyente como vía hacia una salida a la crisis actual; parten de que la
CRBV es buena y de que lo que hay es
aplicarla; lo contrario de lo que, según, y ciertamente, el chavismo hace, que la invoca para desconocerla y manipularla. Parten de que el problema
nacional actual es que el chavismo es
malo; que ha sido un mal, cuidándose siempre de no mostrar cómo fue, que, sencillamente
“le cayó al país”. De que, simplemente siendo “un gobierno malo”; lo que hay es
que sacarlo, y poner uno bueno. Desentendiéndose de que, precisamente esa CRBV,
pese a ser tan buena, no ha servido para frenarlo y que por el contrario ha
sido el soporte y base de legitimación del autoritarismo chavista; aunque en su
letra sea su negación Desentendiéndose
igualmente de que el autoritarismo chavista; en sustancia no es más que la
continuidad y una variante, del puntofijismo. Y que, según, “vamos bien”; que
los resultados de los últimos comicios, en concreto y particularmente de los
del 14A, apuntan a que nos acercamos a lograr sacarlo; y a volver a poner al
país en el riel en que debe estar; del que Chávez lo habría descarrilado desde
1998. Pues ahora y según, con la
oposición sí siendo una alternativa; y teniendo un líder nacional; será cosa, entonces, de unas dos o tres
elecciones más; y, lo mas tarde en el 2019 saldrá.
Por su parte la idea de izquierda, igualmente ideológica, de
que no hay que hablar de una constituyente porque no hay condiciones para una
revolución; junto a que parte de desconocer como las revoluciones, reales, del
siglo XX, dirigidas desde el Poder por líderes y vanguardias mesiánicos;
siempre repusieron las estructuras de Poder contra las que se hicieron; y que
luego de sacrificar varias generaciones; en definitiva no fueron más que transiciones hacia el mismo
o más regresivo capitalismo; apuntan en concreto a que los problemas de la
Humanidad se resolverán, solo cuando, luego de dos, tres, o diez o veinte
generaciones; la vanguardia proletaria estando al fin en condiciones, tome
el Poder, y nacional y mundialmente haga la revolución; que aún no ha habido.
Ambas negaciones parten, o se
supone, de alguna visión, sistemática, de nuestra realidad concreta: de la
coyuntura y la dinámica socio-político-económica actuales, de la crisis
profunda, estructural, que vivimos. Pero
que por lo visto, no tiene mucho que ver con nuestra realidad concreta. Son
posiciones doctrinarias; de hecho,
teológoca-mesiánicas; ideológicas.
Cuando lo real es que la
crisis nacional total que vivimos, aunque contextualizada histórica y globalmente, está determinada por muy densas
especificidades; resulta de una morfogénesis,
de una de una dinámica estructurante, determinadas mas por sus particularidades
que por sus generalidades; con muy poco o casi nada que ver, con modelos
teóricos teológico-finalistas. Y que es dentro de esa dinámica que se van generando los desarrollos y proyecciones
históricamente posibles, que no calzan en ningún modelo teoría ni doctrina; ni
tienen que ver con las pretensiones
mesiánicas de ningún ismo .
-.IV.-
.-* Por un consenso ciudadano activo; no
entre cúpulas.
Quizás sea menos imposible de
lo que parece algún consenso entre chavismo y puntofijismo. De hecho hasta las
elecciones regionales del 16D, dentro de la estrategia de la “victoria
perfecta” de Chávez; entonces asumida y
legitimada por ella misma, reconociendo
“su triunfo” y los de sus gobernadores; la oposición de hecho había aceptado la
mejicanización; y haciéndolo, legitimando la hegemonía chavista, aceptaba convertirse
en la “oposición perfecta” que él buscaba tener. Solamente que luego del
desastre del 14A, las cosas han sido diferentes; determinantemente por la
implosión del chavismo. Por lo que, si inmediatamente un consenso global,
parece cuesta arriba; en perspectiva no es imposible. La profunda inercial inmanejabilidad de la crisis nacional, viene imponiéndole
al chavismo líneas consensuales específicas con diferentes sectores nacionales.
Pero, fuera el que fuera, en el supuesto de que lo hubiera; un consenso general, político, en relación al Poder, entre
ambos ismos, sería perverso; de entrada, por que sería entre cúpulas; no
serviría para salir de la crisis, sino en tal caso para co-administrarla
circunstancialmente. Ni chavismo ni puntofijismo; ni ningún hipotético consenso
entre ellos, seria solución ni salida de nada. Básicamente porque siendo precisamente
ellos el problema; siendo los causantes y operadores históricos de la crisis; no son su solución. Un consenso
entre ellos sería para establecer alguna forma de alternabilidad de autoritarismos,
co-legitimada electoralmente; alguna variante de bipartidismo, que es lo que se
plantean sectores de parte y parte. Sería simplemente darse un tiempo. Pues,
luego de seis largas décadas de puntofijismo-chavismo; de las secuencias de inclusión-exclusión-inclusión-exclusión
que causaron; y de la de desmantelamiento-destrucción del Estado que ejecutaron
los últimos cincuenta años de su
ejercicio del Poder; es claro que no hay salida a la profunda crisis nacional
sino mediante un debate político hacia un consenso ciudadano activo en función
de una nueva correlación socio política de poder; mediante una dinámica consensual ciudadana
profunda, de base, soberana; ajena a todo factor o estructura vinculada al Poder
actual.
.-* Promover, no “organizar”, el proceso
constituyente
Una de las propuestas de convocar
una constituyente establece como punto previo a resolver, la cuestión
organizativa del “cómo” hacerlo. Aunque sin coincidir con las que la niegan; de
hecho parte de que “hay que organizarla” y por ende, de que “alguien ha de
hacerlo”. Cuando si algo es claro, es que hoy por hoy, nadie organiza a nadie,
ni nadie dirige a nadie; que la gente se organiza, que la gente se dirige. Y en
tal caso, que las tareas e iniciativas que pueden asumirse individual o
grupalmente son las de promoción e impulso de la propuesta, por las redes
ciudadana
.-* Un debate ciudadano, constituyente,
sobre el Poder.
No se propone de entrada, “una constituyente”. Sino
un debate nacional, amplio, total, ciudadano; a partir y luego del cual vayamos
a una revisión y redefinición de fondo, estructural, de las relaciones de
Poder, concretas, reales; que independientemente de lo que establece la CRBV, en
esencia hay en la sociedad venezolana desde hace ciento cincuenta o doscientos años.
Y que en concreto son las mismas autoritarias implantadas por Gómez desde los
inicios del siglo XX, ajustadas y modernizadas en las constituciones del 46 el 61 y el 99; que, en
esencia, se reducen a estructurar una sociedad atenida a un poder central,
presidencial incontestable, legitimado en elecciones manipuladas por él; una
sociedad en que el ciudadano no es, no ha sido más que una entelequia; no
existe.
Se propone un debate nacional
abierto, ciudadanizado; despolarizado; secuencialmente parroquial y regional; y,
luego nacional, en perspectiva hacia una constituyente; en el que la gente, debata
y determine qué hay que preservar y qué eliminar de la constitución y del
régimen constitucional actuales. En el entendido de que no se trata, ni de una
cuestión doctrinaria ni ideológica, ni técnica ni técnico-jurídica; que suponga
que lo dirijan teóricos especialistas o académicos. Sino que se trata de una
cuestión política; sobre el Poder; viva, concreta, sobre la relación de la
gente con él. Lo académico lo técnico y lo jurídico; en tal caso tendrán su
momento, y, condicionado; cuando se requiera dar forma concreta a las ideas que
se consensuen.
La gente; la mayoría de los
venezolanos tiene ideas sobre los problemas de fondo, estructurales del país; y
que los afectan cotidiana y vivencialmente. Ideas válidas, tan buenas como las
de cualquier técnico o supuesto experto o especialista. Sobre la cuestión del
Poder, su concentración y la perversión de la eternización mesiánica en él;
sobre la independencia de los poderes públicos y su perversión partidizada;
sobre sus derechos inmediatos vivenciales, personales familiares y comunales y
sus derechos sobre lo público sobre lo nacional. La gente sabe lo que es, y por
qué, una gestión pública mala, ineficaz y corrupta; sabe en qué consiste la
condición ciudadana que ni en verdad se le reconoce ni en verdad está en
posibilidades de ejercer dignamente. Atisba la trampa a que se concreta la supuesta soberanía ciudadana, “popular” consagrada
en la Constitución; y su manipulación e
inversión desde el Poder, por la que termina
a merced y atenida, impotente a sus estructuras que son su negación absoluta.
No hablamos de programar ni planificar
el debate; de establecer, imponer, la agenda. Hablamos de promover que cada
quién donde y de donde sea, programe y agende lo que considere que debe
debatirse. Promovemos, nosotros, que sea sobre lo estructural y lo
estructurante de nuestra sociedad nacional en crisis; local y regional,
contextualizada continentalmente y
globalizada mundialmente. Sobre el Poder y las relaciones de la gente con él;
sobre la soberanía y la beligerancia ciudadana sobre la gestión pública; sobre
lo público lo privado-particular y lo privado-oficial; sobre el espacio el
territorio y la gente. Pero sin pretender que esa sea la agenda. Sin pretender
imponerla Respetando y asumiendo que la gente haga sus agendas a partir de
todas las iniciativas y promociones posibles; de sus vivencias intereses y
visiones. En el desarrollo del debate previsiblemente y sobre la marcha se irá
definiendo la que se iría conformando como la agenda nacional consensuada,
hacia cuyo procesamiento se irían orientando las actividades locales regionales
y nacionales.
Inicialmente, inevitable y
bueno que sea así; dándose el involucramiento espontáneo de la gente, seguramente predominará el
desconcierto, la incertidumbre, un cierto caos. Será un buen inicio; en el que
lo importante será el debate en sí, más que su contenido concreto. Lo
inicialmente importante será que la gente se active independientemente de los
motivos y temas por los que lo haga; se active la condición y la soberanía ciudadana.
Luego, será que, según la propia dinámica de proceso constituyente, se irán
formando ondas y tendencias de opinión y criterio, desde la base, desde lo
local y regional; hacia las temáticas más estructurantes de la vida nacional.
-.V.-
.-*La beligerancia ciudadana, condiciona la
autoconvocatoria constituyente
La idea de que una
constituyente, originaria, es posible solo como derivación y secuencia de una
revolución; tiene el sentido de que no está convocada desde el Poder, sino por
la gente. Lo que es válido y coherente y es, precisamente, la base de nuestra
propuesta de un Proceso Popular, Ciudadano, Constituyente; que ni sea convocado
por las cúpulas ni los factores de Poder existentes; ni sea pautado por ellos.
Es la gente quién ha de convocarla y quién la pautará e impulsará. Por eso
hablamos de una constituyente originaria; no derivada. De un proceso
constituyente que no tiene nada que ver con
la constituyente del 99, en definitiva igual que las treinta y tantas
anteriores; entonces, convocada y manipulada por la alianza de Chávez con
sectores de centro y centroderecha del puntofijismo.
Que la coyuntura de hoy, de
movilización y beligerancia ciudadanas, antiautoritarias; circunstancialmente
antichavistas, pero que va mas allá; generalizadas, nacionales, crecientes en
toda forma circunstancia y motivo; en el marco de la crisis general actual,
total, política moral económica social; no responda al clásico, teórico,
“ascenso de masas”, sobre el que históricamente se dieron las revoluciones del
siglo XX; no niega que ineluctablemente la coyuntura nacional apunta, como
necesidad y posibilidad, hacia una verdadera inflexión, radical, en las
relaciones de Poder en Venezuela. Hacia un momento de cambio profundo;
revolucionario si se quiere; hacia un
momento constituyente. Que es la perspectiva ante la que estamos.
Que muerto Chávez no haya ya
un liderazgo equiparable en ninguno de los ismos; ni haya vanguardias ni élites
reconocidas ni capaces de imponerse, de hegemonizar la vida nacional;
precisamente, es lo nuevo y bueno. Que
ni los haya ni sea posible que los haya, es una resultante histórica. Hay la
crisis; hay una alta conciencia política de ella en la subjetividad nacional;
en las subjetividades nacionales. Hay la conciencia de que de la crisis solo se
saldrá cambiando radicalmente; y de que es posible porque hay todas las condiciones
y potencialidades. Y, hay la convicción
de que tal cambio no es posible con los viejos liderazgos y cúpulas; con
el viejo modelo “político”; con la agotada partidización los autoritarismos y mesianismos
de todo signo que hemos tenido. Pues; está conformado el cuadro para un impulso
constituyente, de base, ciudadano; que
no resulte solo en un papel una declaración y una ceremonia; ni en un momento
mediático. Sino en dinámicas y estructuraciones sociopolíticas reales,
concretas, de base, que apunten a la
conformación de las articulaciones de un contrapoder ciudadano, que confronte
eficientemente y bloquee cualquier
regresión de cualquier signo.
A la gente, a los venezolanos,
toca hoy convocar una constituyente originaria. Sin “Toma del Palacio de
Invierno” ni “Larga Marcha” ni “Sierra Maestra” ni “Campañas Admirables”
“Carabobos” ni “Ayacuchos” ni “comandos ni batallones ni frentes” ni “rodillas
en tierra”. No a los héroes ni a los próceres; ni a los comandantes ni a los
jefes. Sino a la gente de a pié, civil; de las comunidades y parroquias, de la
fabricas y los mercados, de las empresas las universidades y de los liceos y
las iglesias. A las amas de casa técnicos y profesionales, pescadores y
transportistas; motorizados estudiantes, buhoneros trabajadores de la cultura
industriales del comercio; soldados y maestros. La gente en un proceso de auto
convocatoria y auto-organización constituyentes; con sus propias agendas. Constituyentes
que se vayan convocando e instalando transversalmente, en constituyentes
territoriales según los ámbitos reales; parroquiales municipales y regionales; y
nacionalmente. Y verticalmente, por sectores y áreas de actividad; en constituyentes
sectoriales; profesionales, de la cultura, sindicales de comerciantes y
empresarios; educadores universitarios de la ciencia; de las minorías; de las
iglesias. Nada nuevo. La idea de la
constituyente originaria; del proceso popular constituyente, se manejó
ampliamente durante los años ochenta y noventa, hasta que Chávez y sus socios
de entonces, de centro derecha y oportunistas puntofijistas de todo signo; ya
en el Poder; manipularon y atropellaron encallejonando la subjetividad nacional
en la constituyente cupular y partidizada, dirigida, “derivada”, del 99. Volviéndose sin embargo de nuevo a
plantear en varios momentos y circunstancias desde entonces al promoverse desde las bases, constituyentes sectoriales;
igualmente saboteadas desde el Poder por Chávez. Se plantearon constituyentes sectoriales
culturales, sindicales; y hasta se avanzó, en el 2003 y 2004, en la
convocatoria y hasta la casi instalación de una constituyente petrolera;
intensamente confrontada y finalmente bloqueada por el gobierno
A nadie, ni al Poder ni a
ningún emergente, partido grupo líder, ONG,
toca convocar al país, a todos los venezolanos a una constituyente, a un
proceso ciudadano constituyente. Nadie tiene ni esa capacidad ni ese rol; ni
esa legitimidad. Tampoco de recoger firmas para que alguien, AN , TSJ, CNE, la convoque; que por lo demás, y es bueno que
sea así, no lo hará. Anunciemos y procedamos a la autoconvocatoria y
conformación de la constituyente del sector o ámbito territorial al que
pertenecemos. Con la agenda que hagamos, que cada quién haga; sobre lo que
maneja y su percepción de los problemas sus causas y posibles respuestas; y,
metiéndonos en las redes sociales. En la medida de que las agendas que se
promuevan respondan a las vivencias y conciencia de la gente de cada
sector; y de que la iniciativa y los
impulsos sean transparentes; seguramente que irá habiendo respuesta; y la
iniciativa constituyente sectorial o local, etcétera, se reproducirá.
Caracas junio 2013