Con la caimanera que armaron,
sus resultados y alcances, los chavismos acaban de perder, de desperdiciar,
podría decirse; la oportunidad irrepetible de tener un sistema electoral al
menos político-institucionalmente legal; y legitimante; el mismo actual
incluso; pero armado con la participación y aval de al menos una parte importante de la oposición. El CNE
que terminará resultando de las designaciones del TSJ; no solo será igual, o el
mismo; sino peor, será más ilegítimo que el actual. En éste, dos de sus cuatro rectoras
chavistas fueron designadas con alguna participación formal de la sociedad
civil; y hasta de la oposición, Y un rector no es chavista; designado conjuntamente con ellas, y fue expresamente
postulado como de oposición.
Ahora, estuvo a punto de darse
la designación por mayoría calificada en la AN de un CNE apoyado por parlamentarios
chavistas y no chavistas. Y, con cuatro rectores chavistas; dos nuevos
designados ahora, y con el quinto, de
oposición. A pesar de todo; del partidismo y la ficción de las supuestas
postulaciones por la sociedad civil, etcétera; iba a ser un CNE, en realidad,
no nuevo, pero sí parcial y formalmente renovado. Y, sobre todo,
legitimado por la oposición o parte
importante de ella.
Tal oportunidad, bastante más que
hipotética, no se concretó; se frustró. Bien vistas las cosas, dada la
estructura concreta, real, de la coyuntura política actual, de su dinámica; no
era viable. Sucedió lo único que podía suceder; aunque se dieron una serie de
condiciones, nuevas, que hubieran permitido otro resultado; no solo más
deseable en general para el país y para las oposiciones; sino hasta óptimo para
los mismos chavismos.
El supremo beneficiario de que
hubiera un CNE más o menos creíble, avalado por parte de la oposición; cuyos
resultados no se cuestionaran de entrada; era el chavismo, o, propiamente los
chavismos en conjunto. Era la clave para lo que fuera; incluso en la
perspectiva de insistir en el intento de lograr alguna variante de la “victoria
perfecta” que se planteó Chávez a partir de su candidatura en el 2012. Y de la
mejicanización de la política nacional implícita en al Plan de La Patria que
fue su “programa de gobierno” de entonces y del que una versión, el
Madurismo,(M). pretende implementar.